En Cumbres del Sur, un parque abandonado se transformó con arte comunitario y organización vecinal. Murales del Colectivo Bohemia y el liderazgo del comité de Vecinos revitalizaron el espacio y ahora es un corredor cultural al sur de Culiacán.
En el fraccionamiento Cumbres del Sur, donde antes reinaba el abandono y los grafitis sin sentido artístico, hoy hay murales que hablan de agricultura, respeto a los animales y deporte.
Hay nuevas postales en un circuito de parques recuperados por su comunidad, en especial por el liderazgo incansable de la líder del Comité de Vecinos, Daniela Ramos, y el trazo comprometido del Colectivo Bohemia.
La transformación no comenzó con brochas, sino con hartazgo. Cuando Daniela llegó a vivir al fraccionamiento hace seis años, el parque era un espacio perdido: basurero, monte crecido, motos estacionadas en grupo, olor constante a cigarro y marihuana.
“Yo no quería que mis hijos crecieran rodeados de eso”, recuerda. Así, comenzó una gestión tenaz acompañada por la asesoría de Parques Alegres I.A.P., tocando puertas en ayuntamientos, con regidores, incluso con empresas privadas, hasta lograr mejoras básicas: luz, limpieza, vigilancia y organización vecinal.
Con ese terreno fértil, llegó el arte. El Colectivo Bohemia, formado por el artista visual Luis Manuel, quien cree en el arte como herramienta social, pintó tres murales temáticos con más artistas para revitalizar el parque y fortalecer el tejido comunitario. La experiencia fue tan positiva que se repitió en distintas etapas, sumando artistas como Alelí Beltrán, Paola Shinagawa y Meyly Valdés.
“Desde el primer mural nos sentimos en casa”, cuenta Luis Manuel.
“La comunidad de aquí es la mejor que nos ha recibido: nos ayudaron con luz, escaleras, hasta con agua para el calor. Volver era un gusto”.
El proceso creativo también fue colectivo: los artistas escucharon ideas, propusieron bocetos, y trabajaron en colaboración con las familias del fraccionamiento, especialmente con Daniela y su entorno.
Cada mural tiene un significado: Uno retrata las manos que siembran y cosechan, símbolo de gratitud hacia la tierra; otro invita a reflexionar sobre el respeto hacia los animales; el tercero honra la actividad física y la convivencia a través del deporte, con un guiño a los jóvenes que organizan juegos y torneos en el parque.
“Es nuestra forma de dejar un mensaje”, dice la líder del Comité de Vecinos, “de decir que este espacio nos pertenece, lo valoramos y lo cuidamos”.
La intervención artística no solo cambió el paisaje, sino que modificó la percepción de la comunidad sobre su entorno y sobre sí misma.
“Mucha gente aquí es renegona”, dice Daniela entre risas, “pero cuando ven los murales y cómo se ve ahora el parque, se dan cuenta de que vale la pena”.
El parque es un corredor verde activo, con zonas de juego, convivencia y cultura, gestionado por una red vecinal que no se rinde.
El trabajo de Daniela y el Colectivo Bohemia es un ejemplo claro de lo que el arte puede lograr cuando se pinta con propósito y se acompaña de organización comunitaria.