En estos parques de Barrancos se cultiva amor


En estos parques se cultiva amor. Dos matrimonios rescataron dos espacios públicos y los transformaron en parques llenos de vida, flores y juegos infantiles.   Ebenezer y Urbivilla del Roble son dos parques del sector Barrancos en Culiacán que tienen muchas similitudes: Hasta hace cinco años eran solo espacios públicos en abandono, en el que la comunidad acostumbraba tirar basura.  Gracias a la determinación y trabajo en equipo de dos matrimonios, los parques se caracterizan ahora por el color de sus flores y juegos infantiles, la afluencia diaria de decenas de familias y tardes llenas de risas alegres.  

¿Cómo lo hizo el parque Ebenezer?

Hace cinco años, la esquina del andador Artículo 73, en Barrancos, era un basurero improvisado por la comunidad. Maleza, escombros, animales muertos y toda clase de desperdicios era depositada ahí por los vecinos, que solucionaban de esa forma la falla en el servicio de recolección de basura. Los olores que de ahí emanaban se metían hasta la cocina de los hogares aledaños.  Patricia Camargo y su esposo César Díaz tenían tres años en el domicilio cuando se determinaron un cambio de dinámica. Tomaron palas, bolsas y escobas, y emprendieron la limpieza de ese espacio común. Anunciaron los días que pasa por el sector el camión recolector de basura y el nuevo lugar para sacar las bolsas con desperdicios. Pronto encontraron que lo más difícil no sería el aseo del área, sino enfrentar la resistencia al cambio de las y los vecinos.  Paty recuerda que durante los primeros días durmió en el carro para vigilar quién tiraba la basura a altas horas de la madrugada. Apenas amanecía, tomaba esas bolsas y visitaba a los responsables, les hablaba de la transformación que proyectaban en la colonia para beneficio de todos. Así, no solo convencía a los vecinos, además sumaba voluntarios a la causa.   En estos parques se cultiva amor  

Rescatando el espacio público

“También había algunos jóvenes que se quedaban en frente, en unas motos, aprovechaban que estaba oscuro. La gente no pasaba por precaución, porque además, estos muchachos gritaban groserías. Nosotros pusimos una bocina, somos cristianos, poníamos música, alabanzas; ellos nos gritaban que quitáramos la música y al poco tiempo dejaron de instalarse ahí”, recuerda César. “Esos mismos muchachos luego venían y nos pedían brochas para ayudarnos a pintar las paredes y el área de futbol”, añade Paty. Una vez el área se encontraba limpia, tenía un gran número de plantas y algunos juegos infantiles, nombraron a su parque “Ebenezer”, palabra hebrea del Antiguo Testamento que significa “piedra de ayuda”. Rescatar un espacio público y transformarlo en un parque con árboles frondosos, flores, pintura y juegos infantiles no es una tarea sencilla, reconoce el matrimonio de 27 años, cuyos hijos son ahora adultos, sin embargo, hacerlo en equipo, en familia, sumando cada vez más voluntades, genera una satisfacción indescriptible.  

El amor florece en el parque Urbivilla del Roble

Urbivilla del Roble es un fraccionamiento que se ubica en el sector Barrancos. Como ocurre comúnmente, cuando la empresa constructora entregó el sector al municipio, el área común sufrió un gran deterioro: sus áreas verdes se llenaron de maleza, los juegos infantiles estaban inservibles y carecía de alumbrado público. Para muchos, el área se convirtió entonces en un depósito de basura. Hace cinco años, Guadalupe Robles Godoy y su esposa Berenice Lares Mendoza, decidieron rescatar el parque. Primero, para ofrecer a sus hijos un lugar de esparcimiento y sana recreación. Charlaron con sus vecinos y compadres, y tomaron herramientas para limpiar. En premio, asaban carne y proyectaban una película infantil en el parque. Plantaron una palmera, luego una amapa, un tabachín, un tamarindo, flores; luego pintaron llantas viejas y con ellas delimitaron áreas de juego; más tarde rehabilitaron juegos infantiles. Todo esto, indica Guadalupe, lo hicieron en equipo, con amor. “Hace 18 años llegamos al fraccionamiento y todo estaba muy bonito, pero se fue deteriorando. Luego lo arreglamos, lo embellecimos y ahora vienen las parejitas también al parque. Niñas y niños que antes convivían aquí, ahora, ya de adolescentes o jóvenes vuelven a convivir y hasta se hacen novios, y vienen todos los días”, comenta Guadalupe.  Otros más, añade, cuentan con áreas deportivas y se alejan de hábitos o compañías poco sanas.   En estos parques se cultiva amor  

El parque forma parte de sus vidas

El presidente y tesorera del comité del parque recuerdan entre risas que el parque forma parte de sus vidas, pues en casa, a la hora de la cena, mientras ven una serie o preparan la comida, intercambian ideas de mejora para el parque. “Yo le digo a las parejas que se animen a emprender proyectos de este tipo en común, nosotros lo disfrutamos mucho, somos un gran equipo y es bonito ver todo lo que hemos logrado”, comenta Berenice. Otra cosa importante, indica Guadalupe, es hacer las cosas, pero sobre todo hacerlas con amor. “Ahora veo a mis hijos y veo los árboles que plantamos juntos. Un tabachín, por ejemplo, que plantamos hace algunos años, y ya nos rebasó en estatura. Le digo al niño: este trabajo que hacemos con el árbol, de regarlo y cuidarlo, es como el trabajo que tu mamá y yo hacemos con ustedes, para que crezcan sanos y fuertes”, comenta Guadalupe.  

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