Placemaking es un proceso colaborativo para recuperar el espacio público y maximizar su valor compartido es tanto un concepto como una herramienta práctica, que busca la mejora de un barrio, ciudad o región. Placemaking es hacer urbanismo desde las personas - Fundación Place Making México
El primer paso para diseñar un espacio público es fijarse en las costumbres que tienen y las actividades que realizan los miembros de la comunidad. Ellos pueden proporcionar información del día a día y de sus necesidades.
El objetivo es crear un lugar que tenga una imagen y un entorno cómodo y atractivo que colectivamente sumen algo más que la suma de sus partes.
Escuelas, locales, museos, que se involucren en las actividades del espacio, brinden apoyo y ayuden a que el proyecto despegue correctamente.
Observando como los usuarios utilizan el espacio, es muy fácil entender qué es lo que falta en él para que se puedan desenvolver correctamente todas las actividades.
La visión de un espacio tiene que surgir de cada comunidad, para así conseguir introducir un sentido de orgullo en las personas que viven y trabajan en el área.
Los espacios públicos se caracterizan por su complejidad, por ello muchas veces es difícil hacer todo bien desde un inicio. Experimentar con pequeñas mejoras fáciles a corto plazo ayudará a probar nuevas ideas e ir redefiniéndose durante el paso del tiempo. Ejemplo de ello sería el uso de asientos, jardines comunitarios, murales, etc.
Hablamos del proceso mental a través del cual un estímulo exterior proporciona un vínculo entre personas. En el espacio público, dicho fenómeno puede verse facilitado, o no, según los elementos que lo conforman y su distribución.
Los obstáculos son inevitables cuando se “crean lugares” ya que se trata de un proceso enormemente complejo.
Las aportaciones de la comunidad y de posibles socios, la experimentación y la superación de detractores y obstáculos proporciona el concepto del espacio.
Los elementos que acostumbran a hacer funcionar bien un espacio público no son caros. Además, cuando se trata de un proceso participativo, los costes suelen considerarse mucho más amplios y no son significativos en comparación con los beneficios.
Las necesidades de un espacio público son muy cambiantes, las cosas se desgastan y se rompen. Es importante tener la flexibilidad de gestión para realizar estos cambios.