El Parque Fuentes del Valle, en Culiacán, pasó de estar abandonado a ser un Parque de 100 gracias a la gestión y el esfuerzo vecinal. Hoy es un espacio seguro, limpio y lleno de vida para toda la comunidad.
Lo que era un lugar olvidado, hoy es un espacio seguro, limpio y con actividades para todas las edades. Todo, gracias a la perseverancia y el esfuerzo vecinal
Se trata del Parque Fuentes del Valle, en Culiacán, Sinaloa, que es hoy un “Parque de 100”, pero no siempre fue así.
Por años, estuvo abandonado, sin mantenimiento, con maleza, basura y problemas de inseguridad. Todo eso cambió gracias a una vecina decidida: Araceli Sánchez Higuera, quien con el apoyo de su esposo y de otras personas de la colonia, logró transformar el espacio en un lugar digno para las familias.
“Yo venía a traer a mi nieto a karate y me sentaba en una banca. Me puse a observar cómo estaba el parque y no podía creerlo. Me movía la necesidad de tener un parque digno para él”, cuenta Araceli.
Un parque en abandono
El parque tiene 27 años, pero durante mucho tiempo quedó sin atención. No había líderes que lo gestionaran, sin mantenimiento ni jardines. Araceli comenzó limpiando con su esposo, quitando la maleza, y poco a poco empezó a hacer gestiones ante el Ayuntamiento de Culiacán y otras instancias.
“Entré a Parques Alegres y me empezaron a apoyar con pintura. Luego me eligieron presidenta del parque. Aunque el título no era lo importante, porque yo ya andaba haciendo todo”, recuerda.
Gracias a la gestión, se logró:
Reencarpetado de las calles alrededor del parque.
Instalación de ejercitadores y mesas.
Área para niños pequeños.
Juegos nuevos.
Iluminación completa.
Espacios seguros y limpios.
Una cancha de usos múltiples
Disminuir la inseguridad
El cambio se transformó gracias a un esfuerzo colectivo
El Parque Fuentes del Valle no solo está limpio y funcional: es un lugar vivo, donde hay niñas, niños, adolescentes y personas adultas caminando, en la escuelita de futbol, otros jugando voleibol y unas más solo platicando en las bancas para aminorar el calor de las tardes en Culiacán.
“Antes aquí venían a fumar, a tomar. Dejaban botellas quebradas. Ahora hay familias, hay vida”, dice Araceli.
Laura Elena, otra vecina de Fuentes del Valle, también piensa que el cambio en el parque ha sido necesario, pues pasó de ser un sitio olvidado a uno en el que ya se planea hasta dar clases de voleibol.
“Antes no había nada. Hoy me encanta venir a caminar, platicar, y queremos armar un equipo de voleibol de mujeres. Ya muchas dijeron que sí y yo les voy a enseñar”, dice Laura.
¿Qué significa ser un “Parque de 100”?
El reconocimiento de Parques de 100 lo otorga Parques Alegres A.C. y significa que el espacio no solo cuenta con infraestructura básica y atractivos para todas las edades, sino que sigue creciendo. Cada reto de mejora que se plantea, lo cumple.
El logro del Parque Fuentes del Valle es convertirse en un ejemplo de participación vecinal, de gestión ciudadana y de cómo el compromiso de una persona puede transformar toda una comunidad.
En Cumbres del Sur, un parque abandonado se transformó con arte comunitario y organización vecinal. Murales del Colectivo Bohemia y el liderazgo del comité de Vecinos revitalizaron el espacio y ahora es un corredor cultural al sur de Culiacán.
En el fraccionamiento Cumbres del Sur, donde antes reinaba el abandono y los grafitis sin sentido artístico, hoy hay murales que hablan de agricultura, respeto a los animales y deporte.
Hay nuevas postales en un circuito de parques recuperados por su comunidad, en especial por el liderazgo incansable de la líder del Comité de Vecinos, Daniela Ramos, y el trazo comprometido del Colectivo Bohemia.
La transformación no comenzó con brochas, sino con hartazgo. Cuando Daniela llegó a vivir al fraccionamiento hace seis años, el parque era un espacio perdido: basurero, monte crecido, motos estacionadas en grupo, olor constante a cigarro y marihuana.
“Yo no quería que mis hijos crecieran rodeados de eso”, recuerda. Así, comenzó una gestión tenaz acompañada por la asesoría de Parques Alegres I.A.P., tocando puertas en ayuntamientos, con regidores, incluso con empresas privadas, hasta lograr mejoras básicas: luz, limpieza, vigilancia y organización vecinal.
Con ese terreno fértil, llegó el arte. El Colectivo Bohemia, formado por el artista visual Luis Manuel, quien cree en el arte como herramienta social, pintó tres murales temáticos con más artistas para revitalizar el parque y fortalecer el tejido comunitario. La experiencia fue tan positiva que se repitió en distintas etapas, sumando artistas como Alelí Beltrán, Paola Shinagawa y Meyly Valdés.
“Desde el primer mural nos sentimos en casa”, cuenta Luis Manuel.
“La comunidad de aquí es la mejor que nos ha recibido: nos ayudaron con luz, escaleras, hasta con agua para el calor. Volver era un gusto”.
El proceso creativo también fue colectivo: los artistas escucharon ideas, propusieron bocetos, y trabajaron en colaboración con las familias del fraccionamiento, especialmente con Daniela y su entorno.
Cada mural tiene un significado: Uno retrata las manos que siembran y cosechan, símbolo de gratitud hacia la tierra; otro invita a reflexionar sobre el respeto hacia los animales; el tercero honra la actividad física y la convivencia a través del deporte, con un guiño a los jóvenes que organizan juegos y torneos en el parque.
“Es nuestra forma de dejar un mensaje”, dice la líder del Comité de Vecinos, “de decir que este espacio nos pertenece, lo valoramos y lo cuidamos”.
La intervención artística no solo cambió el paisaje, sino que modificó la percepción de la comunidad sobre su entorno y sobre sí misma.
“Mucha gente aquí es renegona”, dice Daniela entre risas, “pero cuando ven los murales y cómo se ve ahora el parque, se dan cuenta de que vale la pena”.
El parque es un corredor verde activo, con zonas de juego, convivencia y cultura, gestionado por una red vecinal que no se rinde.
El trabajo de Daniela y el Colectivo Bohemia es un ejemplo claro de lo que el arte puede lograr cuando se pinta con propósito y se acompaña de organización comunitaria.