La necesidad de construir ciudadanía


Desde tiempos ancestrales, hablar de ciudad era hablar de ciudadanía; esta corresponsabilidad con el espacio público ya se manifestaba miles de años atrás, cuando los jóvenes atenienses juraban a los 17 años “…dejaremos como legado una ciudad aún más grande y esplendorosa que la que hemos recibido”; de alguna forma, ya en esa época pretérita se entendía que, en la construcción de ciudad, existía aquella “oportunidad de hacer ciudadanía” de la que habla Jordi Borja al momento de abordar los proyectos públicos. Lamentablemente, en sociedades desiguales como Chile y Latinoamérica en general, esta oportunidad suele ser desaprovechada; por ejemplo, si nos referimos solamente a las áreas verdes, en Chile puede hablarse de una ciudad – y, por ende, una ciudadanía- fragmentada; la disparidad territorial que existe en este tema es brutal; como ejemplo, solo en la Región Metropolitana (compuesta por 52 comunas) esta disparidad puede fluctuar desde 56.2 m²/habitante en la comuna de Vitacura a 1.8 m²/habitante en la comuna de El Bosque. En el norte de Chile (con un clima desértico) se puede llegar a cifras incluso menores, llegando a 0.8 m²/habitante en Calama y 0.5 m²/habitante en Tocopilla, sin contar localidades que simplemente no cuentan con un solo metro cuadrado. construir ciudadanía Es en este contexto donde plazas y parques adquieren un protagonismo relevante, especialmente en áreas urbanas de alta densidad, donde el espacio público pasa a ser una extensión orgánica de la vivienda; aquí, como suele decir el sacerdote jesuita Felipe Berríos, en particular en el caso de sectores vulnerables, los espacios públicos son una auténtica “red de apoyo” para los ciudadanos, generan sentido de comunidad. Por esta razón resulta primordial que el ámbito espacial de lo común se construya de manera común; es decir, con participación de quienes van a usar los espacios. Para que esta construcción sea posible es necesario que los procesos de formulación y diseño de proyectos atiendan a lo que expresa Carlos Mijares Bracho: “La arquitectura debe prever silencios para que pueda escucharse la voz de quien la vive”.

La necesidad de construir ciudadanía

Así, en el caso del paisajismo, cada vez es más común que el profesional se acerque a los jardines que rodean una plaza o un parque y pregunte: ¿qué especies se dan mejor en este lugar? Este sencillo ejercicio de humildad y sensibilidad con el territorio es necesario, particularmente en zonas desérticas como el Norte Grande de Chile, donde la correcta elección de especies es una situación crítica. Aquí no existen medias tintas; o se acierta con las especies, o el espacio se muere; o, dicho de otra forma, o se escucha, o se muere. construir ciudadanía Así, esta necesidad de “escuchar a quien va a vivir” ha influenciado una aproximación al diseño urbano que, en el caso chileno, se encuentra ejemplificada por el programa Quiero Mi Barrio del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, donde se pregunta no sólo cómo se va a diseñar el espacio público, sino que se parte mucho antes al preguntar algo quizás mucho más importante: qué se va a diseñar. Como alguna vez propuso Christopher Alexander , se construye ciudadanía con base a “pequeñas dosis”, escuchando, sistematizando patrones comunes. Porque son ciudadanos quienes van a usar, cuidar y significar ese espacio público; sin ellos, los espacios públicos noson viables.

Importancia de la construcción de ciudadanía

Entonces, la participación es crucial, pero ¿cómo debe ser esta participación? En esencia, debe ser legítima; para que esto sea posible, más allá del refinamiento metodológico, se debe cumplir con algunos criterios básicos. Primero, debe ser oportuna; es decir, se debe dar en el momento en el que se toman las decisiones. Segundo, debe ser legible; en un lenguaje completamente adecuado al contexto social. Tercero, debe ser medible; con indicadores que luego puedan ser “exigidos” por la comunidad. construir ciudadanía En otras palabras, hay que darle espacio y herramientas a esta ciudadanía; lamentablemente, el sistema rara vez considera este espacio y, por el contrario, los diseños suelen hacer gala de un horror vacui de características barrocas que no deja “silencios”, ya que el estado interpreta estos silencios simplemente como proyectos incompletos. Esto se agrava debido a que además se suele desconfiar de los emprendimientos y aportes ciudadanos; por ejemplo, se entienden las actividades productivas como un “ruido” que ensucia un espacio sagradamente recreacional; así, en la mayor parte de los casos, se privilegia la monofuncionalidad de los parques y plazas. Así, en el Norte Grande de Chile (y en cualquier lugar), en un paisaje poéticamente poblado por la minería y el olvido (similar a la Comala de Juan Rulfo) no es posible plantear un paisaje versallesco, diseñado al más mínimo detalle y carente de esa “suciedad” que otorga la vida urbana. Más aún, en el precario mundo de gobiernos locales pobres y ciudades con habitantes fugaces, es necesario construir los parques de la misma manera que se construye ciudadanía; con la participación de todos, en el espacio de todos. Fuente: Revista Parques: la revista especializada en parques y recreación de México, Diciembre 18 – Febrero 19. El texto es un extracto resumen del artículo “Participación y paisaje urbano: Herramientas para la construcción participativa del paisaje”, en revista “Procesos Urbanos” de CECAR, Sincelejo, Colombia.

Convivencia en los parques y su importancia.

Importancia de las kermesse en los parques


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